martes, 28 de junio de 2016

La felicidad de no depender


La historia se refiere a un individuo que se mudó de aldea, en la India, y se encontró con lo que allí llaman un sennyasi. Este es un mendicante errante, una persona que tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo y Dios su Padre, que cuidará de él.
Entonces se traslada de un lugar al otro. Tal como tú y yo nos trasladaríamos de una habitación a otra de nuestro hogar. Al encontrarse con el sennyasi, el aldeano dijo: -"¡No lo puedo creer! Anoche soñé con usted. Soñé que el Señor me decía: -Mañana por la mañana abandonarás la aldea, hacia las once, y te encontrarás con este sennyasi errante- y aquí me encontré con usted."
-"¿Qué más le dijo el Señor?" Preguntó el sennyasi. Me dijo: -"Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo. ¿Me daría usted la piedra?" Entonces el sennyasi revolvió en un pequeño zurrón que llevaba y dijo: -"¿Será ésta la piedra de la cual usted hablaba?".
El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, porque era un diamante, el diamante más grande del mundo.
-"¿Podría quedármelo?"
-"Por supuesto, puede conservarlo; lo encontré en un bosque. Es para usted." Siguió su camino y se sentó bajo un árbol, en las afueras de la aldea.
El aldeano tomó el diamante y ¡qué inmensa fue su dicha! Como lo es la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos. El aldeano en vez de ir a su hogar, se sentó bajo un árbol y permaneció todo el día sentado, sumido en meditación.
Y, al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba sentado el sennyasi, le devolvió a éste el diamante y dijo:
-"¿Podría hacerme un favor?"
-"¿Cuál?" le pregunto el sennyasi.
-"Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?".

jueves, 23 de junio de 2016

Doce consejos para padres


1. Diga lo que piensa y piense lo que vaya a decir: exprese en forma directa y en sus propias palabras lo que siente. Sus hijos tienen derecho a saberlo. No los confunda.
2. Siempre diga la verdad: diga la verdad aun cuando sepa o crea que sus hijos se sentirán lastimados al saberla. Usted espera que su hijo sea también veraz. Sea un ejemplo.
3. Sea siempre el mismo; los jóvenes necesitan de alguien fuerte de quien depender, especialmente en momentos críticos. Al observar que usted es consecuente ellos podrán apoyarse en usted.
4. Respalde con sus actos lo que dice: no les diga una cosa, mientras que tiene otras reglas para usted. Sea el ejemplo.Atrévase a cambiar por Usted y por ellos.
5. Cumpla su palabra: si dice “no” que sea “no”. Si dice “si” que sea “sí”. Tome decisiones en las cuales sus hijos puedan confiar.
6. Exprésese claramente: la mayoría de los problemas familiares son causados por algo que no ha sido dicho con claridad, algo que es una suposición y que no ha sido discutido satisfactoriamente.
7. Cumpla siempre sus promesas: nunca prometa algo que no tiene intención de cumplir. Si las circunstancias le impiden cumplir una promesa, explique claramente las razones que lo impiden.
8. Pida perdón: los padres no son perfectos. Nunca trate de justificar sus faltas y equivocaciones. Admita sus errores. Si usted comete un error de juicio pida perdón.
9. Consulte con sus hijos: los hijos tienen un sentido de comprensión más profundo de lo que se les concede. Solicite sus ideas. Pregúnteles sus opiniones. Siéntase orgulloso del amor y la comprensión que ellos le profesan.
10. Ponga limites impulsado por su amor: nunca discipline a sus hijos impulsado por la ira. Si amenaza con castigarlos y no lo hace, lo que logra es confundirles. La violencia no educa, atemoriza.
11. Confíe en sus hijos: concédales alguna libertad acorde a la edad. Si usted les demuestra que confía en ellos, ellos responderán en forma confiable. Si confía en ellos, ellos confiaran en usted.
12. Manifiesten los padres su amor mutuo: el mejor regalo que los padres les pueden dar a sus hijos es un ejemplo de amor mutuo. Los hijos aprenden acerca de lo que es verdadero amor viéndolo en el ejemplo de sus padres. No sea un padre ausente, sus hijos no le pidieron venir al mundo, si decidió traerlos, son suyas las responsabilidades.

martes, 7 de junio de 2016

La gente tóxica


Cómo identificar a los «vampiros de energía».
Las palabras motivan o hieren profundamente, los seres humanos somos increíblemente frágiles, emocionalmente somos tan delicados que las palabras tienen el gran poder de perfilar nuestras vidas. Aquellas personas que descargan comentarios negativos que nos hieren, las podríamos llamar gente tóxica, y puede ser cualquiera: un amigo, un hermano, un jefe, tu mamá o tu papá, e incluso nuestra pareja. Sus comentarios sabotean de alguna manera nuestros esfuerzos por llevar una vida feliz y productiva.
Una persona puede ser tóxica para alguien y no serlo para los demás. A todos nos gusta ganarnos el respeto, la aceptación, el reconocimiento de los demás y escuchar palabras de aliento. Tristemente, no siempre es así, no falta la persona tóxica. Reconocer a una persona tóxica y saber qué hacer si nos topamos con ella, es de gran ayuda
¿Cómo identificarla?
  1. ¿Te pones de mal humor o te sientes menos después de una plática con ella?
  2. ¿Te sientes poco atractivo (a) estando con esta persona?
  3. ¿Te ignora?
  4. ¿Te provoca dolor de cabeza, te tensa y sientes alivio cuando se va?
  5. ¿Al hablarle tartamudeas o cambia de expresión tu cara?
Si contestaste si, te podrás dar cuenta de que estas personas cambian nuestro comportamiento y nuestros sentimientos.
Una persona con baja autoestima hará cuanto pueda por sabotear las relaciones o para sentirse importante, la raíz en la mayoría de los casos son los celos y se actúa de manera irracional.
A la gente tóxica le molesta cuando otro tiene éxito, cuando es atractivo, popular, simpático, culto, etc.
Vivir por darle gusto a todo el mundo, es imposible, así como sacrificar ciertas cosas sólo para ser aprobados.
Lo que tenemos que hacer es amarnos y aceptarnos y comprender que para alguien siempre seremos una amenaza a su seguridad y sin una razón específica. Dice un dicho: "No sé cuál es la clave del éxito: pero la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo".
Hay varios tipos de tóxicos:
  1. El que a todo mundo recorta
  2. El del Club de la Lágrima Perpetua
  3. El mosca muerta
  4. El chismoso
  5. El que disfruta difundir malas noticias
  6. El machista
  7. El sabelotodo
  8. El metiche
  9. El que se cree simpático
  10. El que mira por el hombro de los demás...
Hay que evitar el contacto con la gente tóxica, pero cuando esto no sea posible, respira hondo y trata de comprenderla: Es probable que no tenga suficiente amor en su vida. Intentemos convertir el coraje en fortaleza interna y mantener el control mientras recibimos el comentario o la actitud negativa, pensemos que ésta puede ser una reacción al dolor, al vacío, a la soledad.
Por último algo muy importante, debemos analizarnos profunda y honestamente, ver si acaso... ¡No somos nosotros mismos los personajes tóxicos !

viernes, 20 de mayo de 2016

El optimismo inteligente está en las acciones


La escritora Barbara Ehrenreich propone, luego de superar una dura enfermedad, propone canalizar la actitud positiva en hechos concretos y tangibles, de esa manera, tendrá un verdadero efecto transformador. Le da inteligencia a nuestro optimismo.
En una nota publicada en el diario español El País, la autora relata la experiencia que le cambió la vida. Le habían detectado cáncer de mama y cuando lo descubrió, para su sorpresa, "todo lo que rodeaba la enfermedad era color de rosa".
En su ensayo Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo (Turner), relata que se la instaba constantemente a tener un pensamiento positivo y que esa actitud la ayudaría a curarse. Se le planteaba que la enfermedad no era más que un desafío, una oportunidad para reinventarse y evolucionar. Pero Ehrenreich confesaba que en esos instantes se encontraba tan asustada que en lugar de un exceso de alegría necesitaba comprensión. La felicidad abstracta no parecía ser una opción al momento de querer entender que le estaba sucediendo y quería alguien que la escuche y no una sonrisa al azar.
Juan Antonio Huertas, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), coincide con la autora en función de un contexto y un entorno que exige optimismo, pero poco hace en concreto por ayudar concretamente al paciente. En declaraciones a El País explica: "Los enfermos no te piden ser felices sino que te adaptes a sus demandas y a sus necesidades. Generalizar la obligación de ser feliz siempre es, en ocasiones, una obligación tiránica. Hay estudios que demuestran, por ejemplo, que para mejorar el bienestar y la predisposición de un paciente no hay que intentar que cambie su actitud y empiece a pensar en positivo, es más eficaz cambiar acciones que ideas, por ejemplo, dejar que pueda controlar algo de su vida en el hospital (cuando se despierta, sus visitas, que alguien conteste a sus preguntas, etcétera)".
En este sentido, el optimismo inteligente sería la respuesta.
Dar alternativas, herramientas y acciones concretas para convertir a la ilusión en una idea más tangible. Carmelo Vázquez, profesor de psicología de la Universidad Complutense y coautor, junto con María Dolores Avia, del libro Optimismo inteligente (Alianza), argumenta: "No abogo por el optimismo ilusorio, que aboca al desastre, pero sí por un optimismo inteligente: los optimistas toman las riendas de su vida, mientras que los pesimistas se rinden a las circunstancias. Lo realmente necesario es un punto de vista realista, aunque el realismo es un arduo problema filosófico, pero con la ilusión de la transformación del mundo".
Ehrenreich, quien fue una sobreviviente al cáncer de mama, recomienda no quedarse sólo en las palabras, sino actuar sobre la vida, en hacer algo por uno mismo y pero fundamentalmente, por un otro.
"Más que vivir autoevaluándose constantemente y tratando de ser positivo, uno puede alcanzar el bienestar tratando de mejorar el mundo exterior de forma práctica: Habrá que construir diques, llevar comida a los hambrientos, encontrar remedios. Quizás no todo nos salga bien, seguramente no salga bien a la primera, pero podemos pasarlo muy bien mientras lo intentamos", afirma.
Si el pensamiento positivo sólo se sustenta en uno mismo, pierde su carácter transformador, emprendedor y solidario.
La esencia del ser positivo quizá se encuentre en alguien que brinda, ayuda y se interesa por su prójimo. En este sentido el autor de "Optimismo inteligente" es claro: "Si te fijas en el carácter de la gente transformadora, es optimista. Precisamente el mérito está en los que somos pesimistas y nos esforzamos en ser optimistas. En la situación actual del mundo, no podemos permitirnos perder la esperanza."

martes, 17 de mayo de 2016

Pensar en positivo te alargará la vida


De acuerdo a investigadores de la Universidad de Yale, en Connecticut, la gente que ve con optimismo su proceso de envejecimiento vive mucho más que los que se quejan todo el tiempo por su futuro.
La investigación sugiere que el que se siente mal porque se está poniendo viejo acelera justamente el proceso de envejecimiento.
En contraste, una actitud positiva agregará más años a la vida que el simple hecho de no fumar o hacer ejercicios de manera regular.
Un grupo de psicólogos estadounidenses encontró que la gente con pensamiento positivo vivió un promedio de 7,5 años más que aquellos que se sentían mal por haberse puesto viejos.
De esta forma creen que los pensamientos negativos sobre el proceso de envejecimiento tienen un impacto directo en el deseo de vivir.

Mejor que la tensión baja

Los investigadores de la Universidad de Yale, encabezados por la doctora Becca Levy, afirman que los efectos de una actitud positiva frente al envejecimiento tienen más peso que aspectos fisiológicos como baja presión o colesterol, factores que suman un mínimo de cuatro años a la vida de un anciano.
Los efectos son incluso mucho más pronunciados que factores tales como mantener bajo peso, no fumar, y hacer ejercicios, aspectos que se cree agregan unos tres años de vida cada uno.
Los psicólogos estudiaron la información aportada por 660 voluntarios mayores de 50 años.
Las muertes entre los participantes fueron comparadas con sus respuestas a varios cuestionarios hechos 23 años antes.
Se les preguntó si estaban de acuerdo o en desacuerdo con afirmaciones tales como: "si eres más viejo eres menos útil".
El equipo de la doctora Levy cree que el absoluto deseo de vivir explica parcialmente el vínculo entre mente positiva y longevidad. En todo caso, piensan que no es la única razón.

Stress

También creen que otro factor es el efecto del stress en el corazón.Según la Dra. Levy, el estudio lleva dos mensajes. "El descorazonador, es decir, la auto percepción negativa puede disminuir la expectativa de vida". "El prometedor, o sea, que la auto percepción positiva puede prolongarla".

domingo, 15 de mayo de 2016

Todo está en la percepción

Una historia que nos invita a buscar nuevas estrategias para lograr respuestas diferentes.
Había un ciego sentado en la vereda, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera que, escrito con tiza blanca, decía:
"POR FAVOR AYÚDEME, SOY CIEGO".
Un creativo de publicidad que pasaba frente a él, se detuvo y observó unas pocas monedas en la gorra.
Sin pedirle permiso tomó el cartel, le dio vuelta, tomó una tiza y escribió otro anuncio.
Volvió a poner el pedazo de madera sobre los pies del ciego y se fue.



Por la tarde el creativo volvió a pasar frente al ciego que pedía limosna, su gorra estaba llena de billetes y monedas.
El ciego reconoció sus pasos y le preguntó si había sido él, el que re escribió su cartel y sobre todo, qué había escrito.
El publicista le contestó: "Nada que no sea tan cierto como tu anuncio, pero con otras palabras".
Sonrió y siguió su camino.
El ciego nunca lo supo, pero su nuevo cartel decía:
"HOY ES PRIMAVERA, Y NO PUEDO VERLA".
Cambiemos de estrategia cuando no nos sale algo, y verán que puede que resulte mejor de esa manera.
Ten en mente que todo cambio, renueva día a día tu vida.
"Si hace lo que siempre ha hecho, obtendrá los resultados que siempre ha obtenido"
Albert Einstein.

martes, 10 de mayo de 2016

Los 10 consejos de Matthieu Ricard para ser feliz


Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra».
Es más feliz que tú y que yo, seguro. Mucho más. Matthieu Ricard obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU).
Los especialistas en neurociencia afectiva le nombraron «el hombre más feliz de la Tierra». A sus 61 años, quien hoy es asesor personal del Dalai Lama tiene una vida digna de un guión de cine. Biólogo molecular, hijo de un filósofo ateo, dejó su carrera por abrazar al budismo.
Tras estudiar con los grandes maestros del budismo, pasar meses en retiros y recorrer los pueblos del Himalaya, conoció al Dalai Lama y en 1989 se convirtió en uno de sus principales asesores y en su traductor al francés. Su posición como mano derecha del Señor de la Compasión le ha convertido en la figura budista occidental más influyente del mundo y llevaron al gobierno francés a concederle la Orden Nacional Francesa.
La vida elegida por Ricard le enfrentó a los ideales en los que se había formado y al ateísmo de su padre. Ambos decidieron discutir sus diferencias en El monje y el fisólofo, un diálogo que sólo en Francia vendió 500.000 copias y en el que la búsqueda de la felicidad está presente en cada capítulo. «Tenía muchas esperanzas en su futuro profesional y me parecía una lástima que abandonara [su carrera científica]. Después me di cuenta de que había transferido su espíritu científico al estudio del budismo», decía el padre antes de morir, una vez hubo aceptado la elección de Matthieu.
El «hombre más feliz del mundo» no sugiere que todo el mundo haga lo mismo para encontrar la dicha. Sólo que aprendamos que la deseada casa de la playa, los millones en el banco o esa pareja tan atractiva tampoco nos conducirán a ella. Aprender a contentarnos con lo que tenemos quizá sí.

  1. Vejez: Cuando la agudeza mental y la acción disminuyen, es tiempo de experimentar y manifestar cariño, afecto, amor y comprensión.
  2. Muerte: Forma parte de la vida, rebelarse es ir contra la propia naturaleza de la existencia. Sólo hay un camino: aceptarla.
  3. Soledad: Existe una manera de no sentirse abandonado: percibir a todos los hombres como parte de nuestra familia.
  4. Alegría: Está dentro de cada uno de nosotros. Sólo hay que mirar en nuestro interior, encontrarla y transmitirla.
  5. Identidad: No es la imagen que tenemos de nosotros mismos, ni la que proyectamos. Es nuestra naturaleza más profunda, ésa que nos hace ser buenos y cariñosos con quienes nos rodean.
  6. Conflictos de pareja: Minimizarlos. Es muy difícil pelearse con alguien que no busca la confrontación.
  7. Familia: Requiere el esfuerzo constante de cada uno de sus miembros, ser generoso y reducir nuestro nivel de exigencia.
  8. Deterioro físico: Hay que aprender a valorarlo positivamente. Verlo como el principio de una nueva vida y no el principio del fin.
  9. Relaciones sociales: Es más fácil estar de buen humor que discutir y enfadarse. Lo ideal es seguir siendo como somos y utilizar siempre que podamos la franqueza y la amabilidad.
  10. Felicidad: Si la buscamos en el sitio equivocado, estaremos convencidos de que no existe cuando no la encontremos allí.

miércoles, 13 de abril de 2016

Pensar en nada: El aburrimiento y las claves para combatirlo




En una sociedad saturada de opciones, paradójicamente el mal de la época es el aburrimiento. Entre la infinitud de alternativas para combatir la apatía, ¿cuáles son las más elegidas en la actualidad? Las consecuencias del aburrimiento sobre las nuevas generaciones y la responsabilidad de los adultos.
Si hay algo que la posmodernidad nos ofrece es sobre estimulación. Tenemos la constante sensación que el mundo nos ofrece miles de opciones, y a veces de tanta hiperestimulación optamos por quedarnos mirando una pantalla de televisión, sin saber que imagen pasa por nuestra retina.
El aburrimiento, quizá junto a la soledad, parece ser el mal de esta época. "En la posmodernidad el hombre indiferente no se aferra a nada, no tiene certezas absolutas, nada le sorprende, padece una anemia emocional y así elige finalmente, replegarse sobre sí mismo", afirma el sociólogo francés Gilles Lipovetsky desde su obra "La era del vacío". Así la contradicción en la actualidad está a la orden del día, nunca antes en la historia de la humanidad el hombre tuvo tantos estímulos y oportunidades para no aburrirse. Sin embargo, el aburrimiento es el flagelo de la época.
¿Cuáles son las causas? ¿Por qué en la era de las opciones infinitas y la hiperestimulación de los cinco sentidos tenemos una sociedad que padece como nunca antes el aburrimiento y apatía?
El hombre posmoderno e sobrestimulado trata de salir de la anestesia generalizada con recursos que muchas veces lo entretienen, lo exaltan, lo sobresaltan, pero lejos están de combatir la apatía que lo abarca. Así, durante horas cliquea "me gusta" y postea en Facebook, informa histéricamente sus estados de ánimo en Twitter o bien pasa horas despotricando contra una pantalla de tevé que no lo satisface, pero está para ser mirada. La soledad es la constante en las actividades posmodernas más frecuentes en el combate contra el aburrimiento.
"El aburrimiento puede producirse, por una soledad mal administrada o mal entendida, pues la soledad no tiene por que producir aburrimiento. Al contrario, esa soledad, en vez de aburrir, puede ser un periodo de descanso, que sirva para meditar y poner las cosas en orden", explica Francisco Gras desde Dallas, Texas, creador de "Escuela para Padres", una página web especializada en educación.
Por su parte, el Lic. Emilio García Sánchez Profesor de Pensamiento Social de la Universidad CEU Cardenal Herrera en España, consideró como una de las variables del aburrimiento generalizado, un ambiente social de ocio y consumo que instruye a las nuevas generaciones en la cultura de lo lúdico, facilitándoles el acceso al gran supermercado de la diversión: televisión, consolas de videojuegos, tablets, smartphones, redes sociales, etc.
En este contexto los niños viajan hacia la adolescencia y juventud con el sobrepeso de una mochila exterior bien equipada y repleta, pero con la mochila interior estrictamente vacía. "Se ha invertido mucho en el hardware y muy poco en software, sintetizándose jóvenes expertos en nuevas tecnologías y en juegos pero inexpertos en desarrollar capacidades interiores. He aquí el joven aburrido, sin interioridad programado para vivir constantemente con un afán inmoderado de novedades que hace que su mente deambule habitualmente en la dispersión y se desquicie ante el horror a quedarse en blanco y sin nada que hacer", define el Lic. García Sánchez.
Gras advirtió la responsabilidad de la sociedad adulta sobre sus jóvenes: "Los adolescentes se aburren porque les falta motivación. Esa motivación debe llegar en primer lugar a través de sus padres. Al no tener algo que les apasione, al no apreciar el trabajo o el estudio, nace otro círculo vicioso: la indiferencia a la vida". En este marco, el aburrimiento y sus consecuencias no son inocentes, "la apatía está íntimamente relacionada con el miedo, el temor al fracaso , la ansiedad que produce el no saber que ocurrirá muchas veces lleva a la inactividad y al aburrimiento crónico".
¿Cuál es la clave para lograr la motivación y así salir del letargo físico y mental?
"Los padres ante un hijo aburrido, nunca deben sentirse cómodos, callando, disimulando, olvidando o ignorando. Tienen que tomar el riesgo de hablarles muy claro, aunque sea incómodo hacerlo. Para ello deben prepararse y aconsejarse muy bien, pues el aburrimiento puede ser el principio de un problema, mucho más grande. Siempre deberán escucharles todas las excusas, mentiras y verdades sobre su aburrimiento. No es una solución aceptable el no hablarles claramente, cayendo en un paternalismo mal entendido, al evitarles todas las contrariedades a los hijos, ignorando que lo que necesitan y esperan, es conocer la autoridad paternal", aconseja Francisco Gras.
¿Cómo salir de la indiferencia?

Tener proyectos, ideales, metas y sobre todo desalojar el narcisismo pasivo para focalizar la mirada en los hijos, la familia o los amigos. Quizá la apatía emocional que caracteriza esta época no tenga solución más simple que levantar la mirada del ombligo o de las pantallas, según sea el caso.

jueves, 24 de marzo de 2016

La brújula interior


CARTA 1, extraída del libro "La brújula interior", de Alex Rovira Celma.
Una frase perversa: “Hay que ganarse la vida”
“Me ganaba la vida.... pero no la vivía.”
Una de las frases más frecuentemente citadas por los enfermos terminales, según Elisabeth Kübler-Ross, la principal autoridad mundial sobre el acompañamiento a enfermos terminales.
“El hecho de que una opinión la comparta mucha gente no es prueba concluyente de que no sea completamente absurda.”
Bertrand Russell.
Querido jefe,
Hace un buen rato que intento acabar el informe que me has pedido, pero no puedo concentrarme. Ya sabes que suelo responder con eficacia a tus indicaciones, pero algo en mi interior se niega hoy a seguir redactando fríos y descorazonados memorándums. Por contra, cuando me he puesto escribirte esta carta, mi pulso se ha acelerado y mis dedos han empezado a danzar livianamente sobre el teclado del ordenador.
Seguro que te preguntarás por qué te escribo una carta en lugar de enviarte un e-mail o simplemente llamarte al móvil. No estoy seguro, pero creo que tiene que ver con la distancia y la ausencia de prisas. Dicho de otra manera, la carta me da la posibilidad de escribir pensando, de volver atrás y rectificar, de explicarme sin la incómoda sensación de que tengo que ser breve para no hacer perder el tiempo a mi interlocutor. Sin la premura de otros medios, en definitiva. Y lo que te quiero explicar, como verás, no admite prisas. El caso es que hay una cosa que me tiene preocupado, a ratos estupefacto y a ratos cabreado, y que no me deja conciliar el sueño desde hace semanas. Es algo sencillo y fácil de entender, pero a la vez terriblemente profundo. Quizá te parezca banal a simple vista, pero tengo razones para pensar que es esencial para nuestro futuro como personas y como sociedad.
Te lo diré sin rodeos: la gente no es feliz. Por supuesto, es una generalización, pero más extendida de lo que muchos creen.
Desde hace algún tiempo, cuando pregunto a mis amigos y compañeros algo tan simple como “¿qué tal?”, obtengo respuestas como éstas:
“Pse, tirando” (del carro, evidentemente, con lo que la identificación con un animal de tracción es obvia).
“Ya ves” (que en realidad quiere decir: “Decídelo tú, porque yo ni me veo”).
“Vamos haciendo” (en un gerundio sin fin). Fíjate, “vamos” y no “voy”, porque en esta situación es mejor sentirse acompañado.
“Luchando” (como si la vida fuera una guerra).
“Pasando” (¿por el tubo?).
“No me puedo quejar” o su versión extendida “No nos podemos quejar”, donde el que responde asume, en un alarde de masoquismo, que podría estar peor.
O el ya frecuente “jodido, pero contento”, en el que se manifiesta que el estado natural de uno es estar jodido.
Son muy pocos los que contestan “¡bien!” y casos aisladísimos los que espetan un asertivo, sincero y convencido “¡muy bien!”. Así que está claro que alguna cosa falla. La realidad, la de hoy, la que percibo a mi alrededor, es que millones de personas van cada día a trabajar con tristeza y resignación, sin otra esperanza para salir de su desgraciada circunstancia que acertar en la lotería y llegar por un atajo a la felicidad. Son muchos los que trabajan en oficios que no les realizan, que andan estresadísimos, que sienten profunda y tristemente que cobran menos de lo que valen y que, en definitiva, se sienten mercenarios de una hipoteca. Y dicen...
“No puedo cambiar.”
“Tengo una hipoteca a treinta años.”
“Tengo una familia a la que sacar adelante.”
“Soy un profesional con unos compromisos muy fuertes que debo mantener, ¿qué otra cosa podría hacer?”
Llevo tiempo dándole vueltas y creo que esta infelicidad tiene mucho que ver con una frasecita perversa que todos conocemos bien. Yo la he oído a lo largo de toda mi vida, desde que era un crío. Es una expresión que forma parte de nuestro lenguaje aceptado y compartido. Está en el centro de nuestra vida y, probablemente por eso mismo, nunca reflexionamos sobre sus implicaciones.
Tiene apariencia inofensiva, la muy puñetera, pero no hay que fiarse. Si la escuchas sin prestar mucha atención, dices: “Vale, ¿y qué?”. Pero si te paras a pensarla, a rebuscar entre las palabras, sacas conclusiones escalofriantes.
Voy directo al grano. La frase en cuestión es corta, sólo tiene cinco palabras y es: “Hay que ganarse la vida”.
¿Qué, cómo la ves? ¿Alguna reacción a bote pronto?
¿Te dice algo? ¿Se activa alguna alerta en tu mente?
Lo cierto es que a mí no me decía nada hasta que hace un par de semanas, en una reunión con unos clientes, se la oí decir resignadamente a uno de ellos. Entonces, de pronto, me vino a la cabeza el siguiente pensamiento (prepárate, porque es sorprendente):
DECIR QUE NOS TENEMOS QUE GANAR LA VIDA
IMPLICA PARTIR DE LA PREMISA DE QUE LA VIDA ESTÁ PERDIDA.
Has leído bien, sí, ¡perdida! ¡Y esto es fuerte, muy fuerte! Y, sin embargo, todos o casi todos lo tenemos asumido como normal, como lo que toca, como lo que es, como lo que hay.
Y si asumimos la perversión de esta frase tan socialmente aceptada y muy escasamente pensada, lo mejor que podemos esperar de nuestra existencia, el mejor de los futuros imaginables, es recuperar algo que, en realidad, nos es consustancial. Para no vivir como muertos, nos pasaremos la vida intentando “ganárnosla”. Con resignación y, según el carácter de cada uno, con un poso de mala leche en el fondo.
¡Y todo porque nos han hecho creer que la vida, aquello que está en el origen de la existencia, de la conciencia, de la felicidad, de la creatividad, del amor, de la intimidad, nos la tenemos que ir ganando! ¡Que cuando nacimos el tema estaba perdido! Y desde pequeñitos nos lo tragamos, ¡zas!, sin rechistar, ¡directo al inconsciente! Tenemos que hacer algo al respecto, jefe, y cuanto antes mejor, si queremos una vida feliz y que este sea un mundo mejor. Y, de paso, si queremos conseguir que nuestra empresa prospere, porque seguro que no se te escapa que una cosa va ligada a la otra. ¿Cómo podemos cambiar esta manera de pensar...? Yo no soy psicólogo ni filósofo, pero tengo mis ideas, como cualquiera. Así que te propongo una cosa: demos un nuevo significado y una nueva forma de expresión a esta frase y logremos así que las personas establezcan un nuevo punto de partida, reasignen el valor de la vida en su cerebro y definan una nueva “posición existencial de partida”, más sana y menos sometida y resignada.
¿Qué te parece? Mi propuesta es que abramos los ojos y nos olvidemos de esta frase, ya que...
LA VIDA NO TIENE QUE SER GANADA
PORQUE ESTÁ GANADA DESDE QUE NACEMOS.
Tú eres una persona razonable, por lo que confío en que sabrás entender estas inquietudes que te transmito. Es más, estoy seguro de que estos pensamientos han debido rondar ya por tu cabeza y has llegado a conclusiones que a mí se me escapan (por algo eres el jefe).
Así que espero con ansia tu respuesta a estas líneas.
Con un afectuoso abrazo,
Álex
PD. Ya lo decía el sabio escritor estadounidense Henry David Thoreau.... ¡en el siglo XIX!: “No hay nadie tan equivocado como aquel que pasa la mayor parte de su vida ganándose la vida”.
La brújula interior es un libro original, sorprendente y por encima de todo distinto: un nuevo paradigma para entendernos a nosotros y a los demás. A través de una serie de cartas divertidas, apasionantes y lúcidas, se abre a los ojos del lector una nueva perspectiva para entender la vida, desarrollar la creatividad, comprender mejor lo que significa una existencia autónoma y feliz. Los términos 'misión', 'meta', 'objetivos','posicionamiento' forman el trabajo habitual de un ejecutivo o directivo. Pero estas palabras rara vez son utilizadas para la definición de una misión en la propia vida, de un posicionamiento personal o de unos objetivos que lleven a la propia realización. La brújula interior invita a reflexionar sobre estos temas, y brinda las herramientas para hacerlo, y lo que es más importante, ofrece un método para que recobremos algo que nodeberíamos haber perdido: ser directores de nuestra propia vida.

Tenemos alas para volar


Érase una vez, en un país muy lejano…

En un país muy lejano, un rey recibió como ofrenda dos jóvenes halcones y los envió al cetrero para hacerlos adiestrar. Al cabo de varios meses, el rey se interesó por sus dos preciadas aves. El cetrero le informó de que una de ellas respondía perfectamente al adiestramiento, pero la otra no había vuelto a moverse de la rama en que la que se había posado el primer día. 

El rey reclamó la presencia de todo tipo de curanderos para que viesen al halcón, pero nadie logró hacerlo volar. Decidió entonces confiar la misión a los más destacados miembros de la corte, pero tampoco obtuvieron ningún resultado. 

Desesperado, el rey comunicó al pueblo que ofrecería una jugosa recompensa a quien consiguiese hacer volar al animal. 

Al día siguiente por la mañana, vio al halcón volar ante las ventanas de palacio y pidió a sus cortesanos: “¡Traed ante mí al autor de este milagro!” 

Fue un humilde siervo quien se presentó entonces ante él. 

El rey le preguntó: “¿Eres tú quien ha hecho volar al halcón? ¿Cómo lo has conseguido? ¿Acaso eres mago?” 

Intimidado, el siervo respondió a su rey: “No es magia, Majestad. Sólo he cortado la rama. El halcón se dio cuenta de que tenía alas y empezó a volar”. 


Esta antigua historia nos muestra como a veces nos olvidamos de nuestros propios dones, capacidades y talentos, de los que no tenemos presentes con toda su fuerza en todo momento de nuestra vida para superar los aprendizajes y obstáculos que la vida nos plantea. Conocerse a uno mismo no consiste sólo tener presentes nuestros defectos sino también todas y cada una de nuestras virtudes. Y hacer una lista de estos dones, capacidades y talentos es parte del trabajo de conocerse y necesita de cierto tiempo para elaborarla, porque tendemos a dar más presencia en aquello que erramos que en aquello que tenemos éxito. Rara vez reflexionamos sobre las virtudes que están detrás de nuestros logros y que fueron las que nos permitieron alcanzarlos.


lunes, 21 de marzo de 2016

El terrible doctor rumor


El valor del rumor ha aumentado su cotización en el mercado informativo chismoso y generalmente malintencionado y tendencioso
Me dijeron que les dijo que les dijera lo que ya habíamos dicho, pero que no íbamos a decir para que no dijeran que decimos lo que no debemos decir. Porque nosotros sabemos cosas que nadie sabe aunque todos saben lo que sabemos y no se sabe con certeza, pero de todos modos es bien sabido. Este jeroglífico se ha hecho muy usual en estos tiempos de rumores y secretos a voces y de hablar por hablar poniendo cara de sabelotodo, dejando puntos suspensivos a cada frase rubricada generalmente con un vos sabés de qué hablo, ¿no? Y uno, que es un tonto, para no quedar mal y, sobre todo, para no pasar como ignorante acepta con un claro, claro, que de claro no tiene nada.
El valor del rumor ha aumentado su cotización en el mercado informativo chismoso y generalmente malintencionado y tendencioso.Se hace muy difícil entre tanta información desparramada por redes sociales e infinitos medios de comunicación saber a ciencia cierta las cosas que ocurren en todos los ambientes sociales.Antes el rumor se instalaba y circulaba en oficinas, fábricas, bares, peñas, peluquerías y en los apasionados debates que en los breves períodos democráticos se desarrollaban frente a las pizarras de los diarios de mayor venta. Este vejete recuerda las acaloradas discusiones frente a La Razón, La Nacion o Clarín a fines de la década del 50 sobre laica o libre, las dos opciones para la educación pública. El dólar sólo se veía en las películas norteamericanas, y como predominaba el blanco y negro en los filmes, ni siquiera lucían su color verde esperanza de riqueza.
Los rumores existían y formaban parte importante del imaginario popular, pero tardaban mucho más en llegar a rincones apartados de nuestra geografía. Los noticieros, aun en tiempos democráticos, eran mucho más parcos en su información y no se arriesgaban a dar noticias bomba sin previa y rigurosa confirmación, el condicional no se usaba tan frecuentemente y sólo se afirmaba algo cuando la certeza era total. Claro que se cometían errores y que la mala intención tergiversadora se filtraba de tanto en tanto, pero eran situaciones excepcionales. En tiempos de dictadura las cosas eran siniestramente manipuladas o censuradas, y ahí el rumor en voz muy baja y con terror a que fueran individualizados los portadores de noticias se deslizaba en corrillos que asentían con guiños cómplices o mirando para otro lado con cara incrédula y un ¿te parece? Yo no creo.
Con el retorno de la democracia se abrió la posibilidad de decir lo que se había mantenido callado tanto tiempo y ahí se comenzó a ver la influencia que podían ejercer los rumores, fueran ciertos, inventados o mitad y mitad. Los años 90 irrumpieron con adelantos tecnológicos que convirtieron al mundo en aldea global y el siglo XXI trajo la revolución de Internet, la telefonía celular, Facebook, Twitter y la catarata sofisticada e incontrolable de avasallamiento de la más elemental privacidad.
Políticos, vedettes, artistas, científicos, gobernantes y todo tipo de capa social fueron y son arrastrados a la obscena muestra de toda intimidad. Un Gran Hermano permanente, un lío para todos. ¿Quieren ver cómo me baño, con quién me acuesto, cómo evacuo ideas o necesidades? ¿Les apetece saber las salidas nocturnas de sus estrellas favoritas? No espere como antes a que salga la fotito en Radiolandia cada semana, no, ya, ya, apriete el botón y se lo mostramos, compre ya, llame ya y desparrámelo. ¿Quiere hacer una broma o vengarse de alguien que lo trató mal? Ponga en su Twitter que esa persona acaba de morir y festeje la jodita con sus amigos mientras la familia de su enemigo pasa un mal rato, infartos incluidos. Derroque presidentes, declare guerras, publique lo que usted crea cierto aunque no lo sea y será un anónimo vengador.
Ya no son rumores de peluquería, ahora son delitos tipificados en el código penal, pero muchas veces incomprobables, anónimos y cobardes actos de estupidez. Cabe esperar que la misma tecnología alguna vez nos proteja en lugar de exponernos. Yo, en tanto, de Twitter ni hablar, y mi móvil es el 0-000-0000, por las dudas.

Atraer la buena suerte


¿Casualidad o causalidad? ¿Cuánto podemos influenciar en los hechos felices que nos ocurren? Los expertos han identificado cuatro hábitos que atraen la buena suerte.
Cuando Anna Z. se mudó a Chicago, se afilió a un grupo de hablantes de árabe. “Me encanta probar cosas nuevas”, explica. “Supe del grupo y pensé: ¿Por qué no?” Resulta que el organizador había crecido en Fez, Marruecos, donde Anna había vivido mientras aprendía el idioma. Ahora están casados y tienen un hijo pequeño.
Algunos dirían que el destino llevó a Anna junto a su futuro esposo, pero la apertura de ella a las posibilidades inesperadas de la vida la puso en las circunstancias propicias. La suerte no es una fuerza misteriosa. “En gran medida somos responsables de casi todo lo bueno que nos pasa”, dice Richard Wiseman, profesor de psicología y autor de El factor suerte. Aquí cuatro hábitos que distinguen a las personas venturosas de las que se dicen infortunadas.

Espera cosas buenas:

Cuando una persona se siente bendecida, inclina la balanza de la suerte a su favor. “Sus expectativas son profecías que se cumplen”, dice Wiseman. En un estudio de la Universidad de Nueva York, los estudiantes que creían que saldrían con alguien tenían muchas más probabilidades de ganarse al objeto de su deseo. ¿La explicación?
Confianza en uno mismo. Si creés que te va a ir bien, estarás más motivado. Sentirse afortunado puede ayudarte incluso a ganar un premio en una rifa: cuanto más optimista seas sobre tu suerte, más billetes comprarás. ¿No lo eres? Los amuletos tal vez funcionen porque aumentan la confianza. En un estudio realizado en Alemania en 2010, sujetos supersticiosos jugaron un juego de memoria; los que usaban talismanes obtuvieron mejores puntajes que los que no.

Tienta a la suerte:

La gente afortunada cultiva el trato con muchos amigos y conocidos. En un estudio, Wiseman mostró a los sujetos una lista de apellidos y les preguntó si se tuteaban al menos con una persona que se apellidara así. De quienes se sentían venturosos, casi la mitad marcó ocho apellidos o más, cifra alcanzada solo por el 25 % de los que se creían desventurados. “Los individuos que tienen buena suerte atraen y hablan con mucha gente, y se mantienen en contacto. Estos hábitos crean una ‘red de la suerte’, y la posibilidad de relaciones favorables”, dice Wiseman. Colleen Seifert, científica de la Universidad de Michigan, aconseja salir de la rutina: asistir a una conferencia, organizar una colecta de fondos o tomar clases de buceo. “Admitir un poco de caos en tu vida te dispone a un encuentro casual”, dice. Esa persona puede terminar siendo tu pareja, tu socio de negocios o alguien con quien hables cinco minutos y jamás vuelvas a ver. La idea es abrirse a las posibilidades.

Busca el lado bueno:

Ver el aspecto positivo de la mala suerte ayuda al cerebro a procesar de otro modo la adversidad, explica Tania Luna, coautora de Surprise: Embrace the Unpredictable and Engineer the Unexpected (Sorpresa: acepta lo impredecible y crea lo inesperado). Luna mostró a un grupo de menores, imágenes emotivas (como un niño llorando) mientras medía su actividad cerebral. Luego volvió a mostrárselas con una explicación tranquilizadora, como: “Este niño acaba de reunirse con su mamá”. La actividad de la amígdala, que procesa el temor, se redujo drásticamente. De modo similar, las personas venturosas pueden convertir un obstáculo en algo positivo, lo que las impulsa a seguir aventurándose. Afronta tu próximo revés con estas preguntas: ¿Qué aprendí? ¿Qué quiero ahora? ¿Cómo puedo obtenerlo?

Confía en tu intuición:

Elizabeth B. nunca olvidará su momento de mejor suerte: mientras manejaba de Pensilvania a Nueva York, algo le dijo que comprara un billete de lotería. Al detenerse vio un terrible accidente: “Una camioneta cruzó mi carril y se estrelló contra la barrera de protección. Si no hubiera estacionado, estaría muerta”. Elizabeth no está segura de si se detuvo por casualidad o por intuición, pero la vista y demás sentidos perciben mucho más de lo que advertimos conscientemente, y esto puede crear intuiciones inexplicables.
En un estudio realizado en el Reino Unido, los sujetos jugaban con cuatro barajas mientras se medía su ritmo cardíaco. Ellos no sabían que el juego estaba arreglado: dos barajas constaban de cartas de alto valor; las otras dos, de cartas malas. Cuando se acercaban a las primeras, su ritmo cardíaco bajaba: su cuerpo percibía la diferencia antes que su mente. Así pues, confiá en tu intuición. Las personas afortunadas tienden más a realizar actividades que las ponen en sintonía con su voz interior, como meditar y dar paseos.

domingo, 13 de marzo de 2016

Permítete sentir

La mayoría de nosotros preferiríamos tener una vida en la cual experimentar emociones y sentimientos, que una existencia sin los mismos.

Seguramente esto sea debido en gran medida a que tomamos consciencia de que la experiencia emocional es una moneda de doble cara, de manera que los sentimientos que nos provocan dolor o confusión van de la mano de aquellos que nos permiten experimentar sensaciones agradables. Además, al pensarlo detenidamente, vemos que las experiencias emocionales nos ayudan muy a menudo a dotar de sentido y a dirigir nuestra vida. Sin ellas, seguramente nuestra existencia consistiría en algo así como ver la vida pasar desde la indiferencia y la pasividad.

Basta con echar un vistazo al resto de seres del mundo animal para darnos cuenta de que la capacidad de experimentar emociones no es algo exclusivamente humano, ya que sensaciones como el miedo o el desagrado están también presentes en otras especies. 

Sin embargo, existe una característica de la experiencia emocional humana que la hace distinta a la del resto de animales: la consciencia o introspección. Ésta es la capacidad no sólo de sentir, sino también de ser conscientes de qué sentimos e incluso de construir significados a partir de esta experiencia. Así, las personas somos capaces de evaluar, por ejemplo, el grado de adecuación de nuestros propios sentimientos a la situación que vivimos en cada momento.

Esta toma de consciencia de nuestra vivencia emocional tiene sin duda numerosas ventajas, ya que nos permite dotar de significado a nuestros sentimientos relacionándolos con nuestras circunstancias y vivencias, posibilitando así la compresión e incluso la modificación de nuestro mundo interior. 

La capacidad introspectiva va también ligada a la posibilidad de evaluar nuestras emociones y sentimientos como positivos o negativos, adecuados o inadecuados, agradables o desagradables... muchas veces en relación a normas sociales no escritas que aprendemos desde muy pequeños. Así, por ejemplo, todos sabemos que dentro de nuestra cultura mostrar euforia en un velatorio resulta inadecuado, de manera que aprendemos desde muy jóvenes a moderar nuestra expresión emocional en función de las circunstancias. Esta modulación no sólo se produce de cara al exterior con el objetivo de incidir en la imagen damos a los demás, sino que también existe un intento de regulación de lo que cada uno sentimos independientemente de que lo expresemos externamente o no.

Estos intentos de regular nuestras emociones chocan frontalmente con la naturaleza misma de los sentimientos como experiencias genuinas, espontáneas y por lo tanto no elegidas voluntariamente. 

Estas características de la experiencia emocional hacen que, a menudo, generemos conflictos internos importantes al intentar dar respuesta a pensamientos del tipo: “no debería sentir esto que siento” o “debería sentir algo que en realidad no siento”. La percepción de esta discrepancia entre lo que realmente es y lo que creemos que debería ser, nos puede generar una importante ansiedad que solemos intentar disminuir entrando en lucha con nuestras propias emociones con la intención de modificarlas y ajustarlas así a nuestras expectativas. Sin embargo, como ya hemos comentado, las emociones no se eligen, simplemente se sienten, de manera que esta resistencia a experimentarlas acaba añadiendo aún más estrés a la situación.

Esta tensión se ve agravada por otra de las características de las emociones que a menudo solemos pasar por alto: 

Podemos sentir varias emociones a la vez, incluso aunque nos parezcan de signo opuesto. De esta manera, por ejemplo, uno puede sentir ilusión y miedo al mismo tiempo, amor e ira hacia alguna otra persona a la vez, o pena y alivio de forma simultánea ante el fallecimiento de un ser querido.

Ante la confusión y desconcierto que a veces sentimos ante estas mezclas emocionales, a menudo se despierta en nosotros un sentimiento de culpa nos lleva a renunciar o negar uno de los sentimientos.

Este intento de “tapar” una de las emociones nos puede ser de cierta utilidad a corto plazo para sentir que controlamos y vemos coherente lo que nos ocurre, pero a la larga nos genera aún más dolor y confusión, ya que las emociones no desaparecen aunque las ignoremos, porque las emociones no manifestadas se acumulan en nuestro cuerpo y forman el cuerpo del dolor, que a la larga se manifiesta en dolor físico y enfermedades.

Es por todas estas razones por las que vale la pena tener siempre presente la diferente influencia voluntaria que podemos ejercer sobre nuestras acciones y nuestras emociones respectivamente: 

Podemos decidir libremente actuar o no de acuerdo con lo que sentimos, pero no podemos decidir qué es lo que sentimos. Tener en cuenta esta distinción nos ayudará a darnos permiso para experimentar nuestras emociones con libertad y dejarlas fluir sin ponerles obstáculos ni oponer resistencia.

Recibir y acoger con serenidad y sin bloqueos lo que sentimos nos permitirá liberar tensiones de forma tranquila y facilitar aquellos procesos necesarios para superar cualquier alteración emocional.

A la vez, el darnos permiso a nosotros mismos para experimentar lo que nos toque nos hará más tolerantes a la hora de comprender los sentimientos de los demás, ayudándonos así a respetar el espacio que todos necesitamos para experimentar libremente nuestros sentimientos.

Así pues, la próxima vez que te sorprendas a ti mismo intentando no derramar más lágrimas o sintiéndote culpable por sentir rabia hacia algo o alguien recuerda: 

Tu puedes decidir actuar o no en consonancia con lo que sientes, pero no puedes elegir lo que sientes, de manera que es sano para ti y para tus relaciones que te concedas espacio para experimentar lo que toque en cada momento. Las emociones tóxicas (como miedo, rabia, tristeza, etc.) que solemos reprimir son un índice de necesidades primordiales no satisfechas, de modo que la próxima vez, pregúntate ¿Qué necesidad o necesidades básicas mías no están cubiertas?

Para que las heridas emocionales provocadas por ejemplo por pérdidas importantes sanen, es necesario transitar por una serie de etapas, algunas de las cuales suelen consistir en la vivencia de sentimientos tan desagradables y profundos como por ejemplo la tristeza, el odio o la rabia.

Experimentar éstos sentimientos cuando surjan es tan necesario como doloroso, ya que constituyen una especie de estaciones en las que hay que detenerse antes de llegar a nuestro destino.

Estar atentos a lo que se nos mueve por dentro y enfrentarnos a ello con una actitud compasiva y de no resistencia, nos ayudará a conocernos a nosotros mismos y nos proporcionará la paz de quien comprende que todos y cada uno de los colores que forman el arcoíris tienen un sentido y merecen ser contemplados.