viernes, 20 de mayo de 2016

El optimismo inteligente está en las acciones


La escritora Barbara Ehrenreich propone, luego de superar una dura enfermedad, propone canalizar la actitud positiva en hechos concretos y tangibles, de esa manera, tendrá un verdadero efecto transformador. Le da inteligencia a nuestro optimismo.
En una nota publicada en el diario español El País, la autora relata la experiencia que le cambió la vida. Le habían detectado cáncer de mama y cuando lo descubrió, para su sorpresa, "todo lo que rodeaba la enfermedad era color de rosa".
En su ensayo Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo (Turner), relata que se la instaba constantemente a tener un pensamiento positivo y que esa actitud la ayudaría a curarse. Se le planteaba que la enfermedad no era más que un desafío, una oportunidad para reinventarse y evolucionar. Pero Ehrenreich confesaba que en esos instantes se encontraba tan asustada que en lugar de un exceso de alegría necesitaba comprensión. La felicidad abstracta no parecía ser una opción al momento de querer entender que le estaba sucediendo y quería alguien que la escuche y no una sonrisa al azar.
Juan Antonio Huertas, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), coincide con la autora en función de un contexto y un entorno que exige optimismo, pero poco hace en concreto por ayudar concretamente al paciente. En declaraciones a El País explica: "Los enfermos no te piden ser felices sino que te adaptes a sus demandas y a sus necesidades. Generalizar la obligación de ser feliz siempre es, en ocasiones, una obligación tiránica. Hay estudios que demuestran, por ejemplo, que para mejorar el bienestar y la predisposición de un paciente no hay que intentar que cambie su actitud y empiece a pensar en positivo, es más eficaz cambiar acciones que ideas, por ejemplo, dejar que pueda controlar algo de su vida en el hospital (cuando se despierta, sus visitas, que alguien conteste a sus preguntas, etcétera)".
En este sentido, el optimismo inteligente sería la respuesta.
Dar alternativas, herramientas y acciones concretas para convertir a la ilusión en una idea más tangible. Carmelo Vázquez, profesor de psicología de la Universidad Complutense y coautor, junto con María Dolores Avia, del libro Optimismo inteligente (Alianza), argumenta: "No abogo por el optimismo ilusorio, que aboca al desastre, pero sí por un optimismo inteligente: los optimistas toman las riendas de su vida, mientras que los pesimistas se rinden a las circunstancias. Lo realmente necesario es un punto de vista realista, aunque el realismo es un arduo problema filosófico, pero con la ilusión de la transformación del mundo".
Ehrenreich, quien fue una sobreviviente al cáncer de mama, recomienda no quedarse sólo en las palabras, sino actuar sobre la vida, en hacer algo por uno mismo y pero fundamentalmente, por un otro.
"Más que vivir autoevaluándose constantemente y tratando de ser positivo, uno puede alcanzar el bienestar tratando de mejorar el mundo exterior de forma práctica: Habrá que construir diques, llevar comida a los hambrientos, encontrar remedios. Quizás no todo nos salga bien, seguramente no salga bien a la primera, pero podemos pasarlo muy bien mientras lo intentamos", afirma.
Si el pensamiento positivo sólo se sustenta en uno mismo, pierde su carácter transformador, emprendedor y solidario.
La esencia del ser positivo quizá se encuentre en alguien que brinda, ayuda y se interesa por su prójimo. En este sentido el autor de "Optimismo inteligente" es claro: "Si te fijas en el carácter de la gente transformadora, es optimista. Precisamente el mérito está en los que somos pesimistas y nos esforzamos en ser optimistas. En la situación actual del mundo, no podemos permitirnos perder la esperanza."

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